las mujeres de mi isla
nadan tierra adentro,
y cocinan las ancas
de temibles anfibios,
a la vez que cultivan cactus
en una tarde sin agua.
Imaginan frijoles
y algun campo de arroz encharcado,
mientras fríen tostones,
y chicharrones crujientes
y alborotados,
luego sueñan postres
de flanes de calabaza
y boniatos pequeños
como ovillos,
buñuelos infinitos,
corceles de guayaba con sus cascos.
vestidos de arepas,
y armaduras de panetela borracha,
mientras son perseguidos
por monjes capuchinos,
que se ahogan
en un simple trago de ron,
por que es bien sabido
que aun a estas alturas,
no hay agua en algunas casas,
y que de todos modos,
ni con las pipas de un girasol,
las mujeres de mi isla
llenarian un vaso
para ahogarse:
Ellas son valientes
y benditas,
y nadan,
aun sin agua.
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